Ni con agua caliente, como se suele decir, hay manera de sacarlo de mi cabeza. Está ahí, en primer plano, protagonista absoluto y sonriente del acto o bien escondido entre las sombras y disimulando que sabe que es lo único que importa.
Recuerdos que se aferran como si de un virus se tratase, como un rumor que recorre rápido todo el cuerpo y que ya no hay quien lo pare.
Cuando el hambre aprieta, mis manos teclean.
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